GALARDONADO 2001
SESION SOLEMNE CONMEMORATIVA
LUNES 8 DE OCTUBRE DE 2001
- LA C. SECRETARIA CASTELLANOS CORTES: Se solicita a todos los presentes ponerse de pie.
¡Senador Belisario Domínguez!
- EL C. PRESIDENTE: ¡Murió por la Patria!
- EL C. PRESIDENTE: Solicito a la Secretaria de lectura a la proclama del Doctor Belisario Domínguez, correspondiente a la Vigésima Séptima Legislatura del Senado de la República.
- LA C. SECRETARIA CASTELLANOS CORTES: Procedo a dar lectura al texto del discurso del Senador Belisario Domínguez.
Señor Presidente del Senado:
Por tratarse de un asunto urgentísimo para la salud de la patria, me veo obligado a prescindir de las fórmulas acostumbradas y a suplicar a usted se sirva dar principio a esta Sesión, tomando conocimiento de este pliego y dándolo a conocer enseguida a los señores senadores. Insisto, Señor Presidente, en que este asunto debe ser conocido por el Senado en este mismo momento, porque dentro de pocas horas lo conocerá el pueblo y urge que el Senado lo conozca antes que nadie.
Señores senadores:
Todos vosotros habéis leído con profundo interés el informe presentado por Don Victoriano Huerta ante el Congreso de la Unión el 16 del presente.
Indudablemente, Señores Senadores, que lo mismo que a mí, os ha llenado de indignación el cúmulo de falsedades que encierra ese documento. ¿A quién se pretende engañar, señores? ¿Al Congreso de la Unión? No, señores, todos sus miembros son hombres ilustrados que se ocupan en política, que están al corriente de los sucesos del país y que no pueden ser engañados sobre el particular. Se pretende engañar a la nación mexicana, a esta patria que confiando en vuestra honradez y vuestro valor, ha puesto en vuestras manos sus más caros intereses.
¿Qué debe hacer en este caso la representación nacional?
Corresponder a la confianza con que la patria la ha honrado, decirle la verdad y no dejarla caer en el abismo que se abre a sus pies.
La verdad es esta: durante el gobierno de Don Victoriano Huerta, no solamente no se hizo nada en bien de la pacificación del país, sino que la situación actual de la República, es infinitamente peor que antes: la Revolución se ha extendido en casi todos los Estados; muchas naciones, antes buenas amigas de México, se rehusan a reconocer su gobierno, por ilegal; nuestra moneda encuéntrase depreciada en el extranjero; nuestro crédito en agonía; la prensa de la República amordazada, o cobardemente vendida al gobierno y ocultando sistemáticamente la verdad; nuestros campos abandonados, muchos pueblos arrasados y por último, el hambre y la miseria en todas sus formas, amenazan extenderse rápidamente en toda la superficie de nuestra infortunada patria.
¿A qué se debe tan triste situación?
Primero y antes de todo, a que el pueblo mexicano no puede resignarse a tener por Presidente de la República a Don Victoriano Huerta, al soldado que se apoderó del gobierno por medio de la traición y cuyo primer acto al subir a la presidencia fue asesinar cobardemente al Presidente y Vicepresidente legalmente unidos por el voto popular, habiendo sido el primero de éstos quien colmó de ascensos, honores y distinciones a Don Victoriano Huerta y habiendo sido él, igualmente, a quien Don Victoriano Huerta juró únicamente lealtad y fidelidad inquebrantables.
Y segundo, se debe esta triste situación a los medios que Victoriano Huerta se ha propuesto emplear, para conseguir la pacificación. Estos medios ya sabéis cuales han sido: únicamente muerte y exterminio para todos los hombres, familias y pueblos que no simpaticen con su gobierno. "La paz se hará cueste lo que cueste"; ha dicho Don Victoriano Huerta. ¿Habéis profundizado, señores senadores, en lo que significan estas palabras en el criterio egoísta y feroz de Don Victoriano Huerta? Estas palabras significan que Don Victoriano Huerta está dispuesto a derramar toda la sangre mexicana, a cubrir de cadáveres todo el territorio nacional, a convertir en una inmensa ruina toda la extensión de nuestra patria, con tal de que él no abandone la presidencia, ni derrame una sola gota de su propia sangre.
En su loco afán de conservar la presidencia, Don Victoriano Huerta está cometiendo otra infamia, está provocando que con el pueblo de Estados Unidos de América, un conflicto internacional en el que, si llegara a resolverse por las armas, irían estoicamente a dar y a encontrar la muerte todos los mexicanos sobrevivientes a las amenazas de Don Victoriano Huerta, todos menos Don Victoriano Huerta, ni Don Aurelio Blanquet, porque esos desgraciados, están manchados con el estigma de la traición y el pueblo y el ejército los repudiarán, llegado el caso.
Esa es, en resumen, la triste realidad. Para los espíritus débiles parece que nuestra ruina es inevitable, porque Don Victoriano Huerta se ha adueñado tanto del poder que, para asegurar el triunfo de su candidatura a la Presidencia de la República, en la parodia de elecciones anunciadas para el 26 de octubre próximo, no ha vacilado en violar la soberanía de la mayor parte de los Estados, quitando a los gobernadores constitucionales e imponiendo gobernadores militares que se encargarán de burlar a los pueblos por medio de farsas ridículas y criminales.
Sin embargo, señores, un supremo esfuerzo puede salvar todo. Cumpla con su deber la representación nacional y la Patria estará salvada y volverá a florecer más grande, más unida y más hermosa que nunca.
La representación nacional debe deponer de la Presidencia de la República a Don Victoriano Huerta por ser él contra quien protestan con mucha razón todos nuestros hermanos alzados en armas y de consiguiente, por ser él quien menos puede llevar a efecto la pacificación, supremo anhelo de todos los mexicanos.
Me diréis, señores, que la tentativa es peligrosa porque Don Victoriano Huerta es un soldado sanguinario y feroz, que asesina sin vacilación ni escrúpulo a todo aquel que le sirve de obstáculo. ¡No importa, señores! La Patria os exige que cumpláis con vuestro deber, aún con el peligro y aún con la seguridad de perder la existencia. Si en vuestra ansiedad de volver a reinar la paz en la República os habéis equivocado, habéis creído en las palabras falaces de un hombre que os ofreció pacificar a la nación en dos meses y le habéis nombrando Presidente de la República, hoy que veis claramente que este hombre es un impostor inepto y malvado, que lleva a la Patria con toda velocidad hacia la ruina. ¿Dejaréis por temor a la muerte que continúe en el poder?
Penetrad en vosotros mismos, señores y resolved esta pregunta: ¿Qué diría de la tripulación de un gran navío que en la más violenta tempestad y en un mar proceloso, nombrara piloto a un carnicero que, sin ningún conocimiento náutico navegara por primera vez y no tuviera más recomendación que la de haber traicionado y asesinado al capitán del barco?.
Vuestro deber es imprescindible, señores, y la Patria espera de vosotros que sabréis cumplirlo. Cumpliendo ese primer deber, será fácil a la representación nacional cumplir los otros que de él se derivan solicitándose enseguida de todos los jefes revolucionarios que cesen toda hostilidad y nombren sus delegados para que de común acuerdo, elijan al Presidente que deba convocar a elecciones presidenciales y cuidar que éstas se efectúen con toda legalidad.
El mundo está pendiente de vosotros, señores miembros del Congreso Nacional Mexicano, y la Patria espera que la honraréis ante el mundo, evitándole la vergüenza de tener por primer mandatario a un traidor y asesino.
Dr. Belisario Domínguez,
Senador por el Estado de Chiapas
Nota: Urge que el pueblo mexicano conozca este discurso para que apoye a la representación nacional; y no pudiendo disponer de ninguna imprenta, recomiendo a todo el que lo lea saque cinco o más copias, insertando también esta nota, y las distribuya a sus amigos y conocidos de la capital y de los Estados.
¡Ojalá hubiera un impresor honrado y sin miedo!
DISCURSO DEL SENADOR GUILLERMO HERBERT PÉREZ, EN
REPRESENTACIÓN DEL SENADO DE LA REPÚBLICA.
Señor Presidente de los Estados Unidos Mexicanos; señor Presidente de la Suprema Corte de Justicia; ciudadano José Ezequiel Iturriaga; señoras y señores distinguidos con la Medalla Belisario Domínguez, que nos honran con su presencia; honorables invitados; señoras y señores senadores:
Belisario Domínguez Palencia es un hombre que hasta hoy conserva su alta dignidad en lo humano y lo político. Se gradúa en Francia como médico, profesión que ama, ya que la respeta hasta el último día de su vida. Como político, humanista y liberal se hace orador y en el Tívoli del Eliseo arenga a los chiapanecos del Partido Liberal con Librado Herrera, Alfonso Cravioto y Antonio Díaz Soto y Gama, manifiesta sus ideas liberales y funda el Periódico "El Vate".
La hegemonía porfiriana se consolida con la reelección presidencial de 1903 cuando clausura los periódicos "Excélsior" y "El Ahuizotle"; se rodea de los científicos y se convierte en el dictador de México, cuyos abusos dan pie a la Revolución Mexicana.
En 1905 regresa don Belisario Domínguez a Comitán. Entra a la política y es electo Presidente Municipal en 1909; toma posesión en 1910 convirtiéndose en orgullo de los comitecos. En este lapso, estalla la Revolución Mexicana. Triunfan Madero y Pino Suárez. Tres años después llega a la Presidencia de México Victoriano Huerta, a través de la intriga y el asesinato. En marzo de 1913 muere don Leopoldo Gout, cuyo suplente y razón por la cual llega al muy honroso cargo de Senador de la República.
En abril del mismo año, se enfrenta a Francisco León de la Barra, Ministro de Relaciones Exteriores. Las palabras de Belisario Domínguez no nos honra.
"Señores senadores:
"Yo votaré en contra de la autorización que se nos pide, porque ella es un voto de confianza al gobierno que asesinó al Presidente Madero y al Vicepresidente Pino Suárez; porque es un gobierno ilegítimo; porque es un gobierno que ha restaurado la era nefasta de la decepción y el cuartelazo".
La voz incendiaria de Belisario Domínguez, que repitió varias veces la misma acusación, dan a los mexicanos un ejemplo de cumplimiento del deber.
Estando con su vida en peligro, don Belisario Domínguez reitera su denuncia y acusa ante el Senado de la República a Victoriano Huerta, quién había presentado su informe el día 16 de septiembre.
Escuchemos la voz de don Belisario, hay que recalcarlo:
"El documento encierra un cúmulo de falsedades con las que pretenden engañar al Congreso de la Unión y al pueblo de México. No lo podemos permitir, porque el pueblo de México es noble y honrado y el Senado de la República está formado por hombres que se ocupan de la República y no del asesinato y traición".
A casi cinco décadas de la Medalla Belisario Domínguez que atestigua el valor de la libertad de expresión, la representación nacional del Senado de la República, sigue siendo el foro adecuado para una serie de reflexiones sobre la política de la nación mexicana.
El sentido superior de este acto está marcado por el espíritu de Don Belisario, se preservó a toda costa el valor y el orden legítimo de la soberanía popular, esencia misma de la democracia, por eso despierta un signo de los tiempos, el pluralismo y civilidad que hoy se honra en la vida y obra de un mexicano que se ha distinguido en muy diversos campos, historia, sociología, literatura, investigación y diplomacia, José Ezequiel Iturriaga es un hombre de certera pluma, en el análisis fundamental sobre la actitud de Estados Unidos con respecto a México, en la investigación sobre la posesión del Congreso Estadounidense a partir de 1789, Iturriaga en su rica obra, vigente en la actualidad, puede orientar, en las circunstancias geopolíticas que amenazan la soberanía nacional, nos dice que es necesario advertir que existe la autodeterminación de los pueblos.
Desde una postura independiente y de congruencia entre el pensamiento y la acción, la doctrina y la existencia, los valores y la vida, don José Iturriaga, ha manifestado en sus publicaciones, cabal contestación a aquellos que se proponen a adormecer el espíritu nacional, defendiendo a hacerlo dúctil, maleable a los designios foráneos.
Por ello nos indica, no perder de vista en el escenario internacional, la larga conformación de nuestra herencia histórica, fusión que culmina en el encuentro de nuestras raíces indígenas y la llegada de los conquistadores, formando el mestizaje y describe, con su capacidad analítica, la incorporación analítica de los pueblos marginados al desarrollo social.
Don José Ezequiel Iturriaga, es un intelectual, en cuyas tesis ha mantenido sobre sectas y capillas, una admirable congruencia que hoy se revela en el resguardo de nuestros monumentos históricos, el investigador Iturriaga nos dice textualmente: "Una ciudad que no tiene conciencia propia y que por desmemoria ha dejado de percibir lo que en ella ha sido, está enferma, enajenada, porque al perder la noción de su pasado, carece a su vez de la noción de lo que es ahora, y sobre todo de lo que puede llegar a ser".
Honorable Asamblea:
Don Belisario Domínguez se distingue por sus testimonios y dio la vida por sus anhelos ideológicos en un esfuerzo continuado y vertebrado que él fructificó en la civilidad y la democracia.
José Ezequiel Iturriaga manifiesta, en el actual momento histórico, construir nuestro propio cambio, es indispensable para dar una vida digna a los mexicanos y las mexicanas, y afirma: "Para mí es más revolucionario dar empleos que hablar de justicia social. Ese cambio ha de servir para ser mejores y conservar nuestra memoria histórica, para unirnos en un acuerdo de voluntades, con un solo propósito: la grandeza de México".
DISCURSO DEL C. LICENCIADO JOSE EZEQUIEL ITURRIAGA SAUCO
Ciudadano Presidente de la República, don Vicente Fox Quesada; ciudadano Presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, don Genaro José Góngora; ciudadanos Presidentes de las Cámaras Colegisladoras, don Diego Fernández de Cevallos y doña Beatriz Paredes, junto con los respectivos miembros de ambas Cámaras; respetables señoras y señores:
Expreso mi gratitud a los honorables miembros del Senado de la República por haber discernido a mi favor la preciada Medalla "Belisario Domínguez". La recibo no sin expresar mi sorpresa ante la injusta generosidad de este Cuerpo Legislativo al otorgarme tan codiciada presea.
Confieso que otros la merecían, como el gran pintor Carlos Morales que decoró la Alhóndiga de Granaditas; o el novelísimo neurólogo Manuel Velasco Suárez, que fundó el hospital de su especialidad; o el incansable y laborioso historiador José Rogelio Alvarez, Director de la Enciclopedia de México y creador de sus 14 tomos y en otra versión editó 12 tomos de tal enciclopedia sin ilustraciones, pero, con un mayor número de títulos.
Si en la presea que se me ha conferido se tuvo en cuenta mi conducta como funcionario público al haber sido escrupulosamente honorable en el manejo de los recursos del Estado, ello, no constituye una virtud sino una obligación de estricta moralidad irrenunciable.
Si he sido probo y eficaz como funcionario, ello habrá de recibir un sobresueldo invaluable, el de la respetabilidad moral que mis conciudadanos, por la vocación de servirlos, mostrada en los sitios que hube de ocupar.
Si la presea que ahora recibo tiene como uno de sus motivos el haber escrito algunas obras esclarecedoras de la realidad nacional considero magra mi obra. Razón por la cual amenazo a ustedes con media docena próxima de libros sobre distintos temas.
Verborréico, como he sido, no he tenido tiempo ni oportunidad de transformar esa obra tan dispersa en distintas publicaciones, en tomos presentables. De toda suerte fueron injustos por exceso de generosidad los señores senadores de la República que discernieron a mi favor la Medalla Belisario Domìnguez. La acepto con un sentimiento confuso en donde se haya mezclada la vergüenza y la satisfacción.
Muchas gracias a todos los que intervinieron directa o lateralmente en semejante tarea. Nada daña más a la patria que la división de los mexicanos, esa era la divisa política de Belisario Domínguez, ese chiapaneco que en los 80?s del siglo XIX estudió medicina en la Sorbona de París. No fue él un héroe instintivo que desconociera el pasado en México, sabía muy bien que habíamos derramado un diluvio de sangre desde que nos convertimos en Nación independiente y que la guerra fratricida se había alargado durante nuestros primeros once años de autonomía.
Eso cosechó una terrible inestabilidad que engendró una sesentena de gobernantes. Si, señoras y señores, en 55 años tuvimos 60 gobernadores.
Belisario Domínguez advertía con claridad como el fratricidio armado propició también las cinco guerras impuestas a México por las potencias extranjeras. Una por España, dos por Francia y dos por Estados Unidos.
La primera estalló en el 829 por el Brigadier Barradas, pero su Ejercito fue derrotado y regresó a Madrid. Belisario Domínguez sabía, por igual, que en la primera guerra impuesta por Francia fue derrotado su Ejército meses después de haber iniciado la invasión, en el 838 llenos los rostros de pastel.
Y el héroe impoluto chiapaneco desde Francia, años más tarde, se enteró de la segunda invasión de ese país al nuestro que fue ordenada por Napoleón el Pequeño y vencido su Ejército cinco años después.
Las más gravosas guerras fueron las dos que nos impuso Norteamérica: la primera fue en el 836, perdimos 700 mil kilómetros cuadrados, que era lo que media Texas. Atrás de esa mutilación, disfrazada de federalismo separatista, se hallaba el Presidente "Andreu Jackson".
La Segunda Guerra que nuestros vecinos nos impusieron, la del 846 al 48, estalló gracias a la endémica discordia nacional. En ella perdimos California y Nevada, Utah y gran parte de Colorado, Arizona y Nuevo México y una parte de Oklahoma. Además, tuvimos que aceptar que "Pesa" ya no era nuestro. Y estábamos tan divididos los mexicanos entre sí que en plena guerra se cambió 5 veces al Jefe del Ejecutivo.
Belisario Domínguez sabía bien que la acrimonia y el odio partidista propiciaron la venta de la mesilla que medía 115 mil kilómetros cuadrados y se logró por la obsecuencia de Santa Anna y la habilidad del operador diplomático y del Presidente James Buchanan.
No obstante, experiencia tan dolorosa el sentimiento de cohesión nacional siguió quebrantando y continúo la guerra civil hasta que Porfirio Díaz derrocó al Presidente Lerdo al finalizar el 876.
Apasionado de nuestra historia nacional, Belisario Domínguez bien sabía que el precio pagado por la paz interior que duró 35 años, era el de la solución a la voluntad del tirano. Ese héroe impoluto chiapaneco, como toda su familia y sus paisanos en efecto, padecieron el liberticidio. Y fueron precursores de la Revolución, fue capturada por Madero.
El culto médico festejó el abandono del país del General Díaz en mayo del 911, acordado después de una tregua militar concedida por el Ejército maderista. Esa tregua permitió redactar un plan, según el cual renunciarían Porfirio Díaz y Ramón Corral, que lo hizo desde París porque le preocupaba su pellejo.
Y también se estableció un interinato de 6 meses para que gobernase Francisco León de Navarra, quien convocaría a elecciones presidenciales. En ella obtuvieron un triunfo arrollador sin precedente Madero y Pino Suárez. Pero ambos gobernaron sólo 14 meses y fueron electos para un sexenio. Sí, señoras y señores, sólo gobernaron 14 meses porque el Ejército Federal los apretó, los obligó a renunciar a sus cargos con presión moral y física y 3 días después fueron asesinados, el 22 de febrero de 913.
Creo que merece Belisario Domínguez ubicarlo en su salsa histórica que tenemos a veces.
Conviene recordar a ustedes que estaba vigente entonces la Carta del 857, que fijaba 2 periodos anuales de sesiones ordinarias al Congreso. La primera, era el uno de abril y la segunda el 16 de septiembre. Al faltar ambos mandatarios por haber sido asesinados, se aplicó lo ordenado por la misma Carta del 57, que el Secretario de Relaciones asumiera la Presidencia de la República. Así lo hizo Pedro Lascurain, día en que el Congreso había aprobado las renuncias de Madero y Pino Suárez.
Durante el gobierno de Lascurain, de 45 minutos, de las cinco y quince a las seis de la tarde, tuvo tiempo para hacer todo esto. Protestar tan alto cargo, pedir un receso a los congresistas, retirarse al Salón Verde a conversar con un troglodita, nombrarlo secretario de Gobernación, suspender el receso pedido al Congreso, y presentar su renuncia a tan fugaz Presidencia.
El secretario de Gobernación, nombrado, subió a la tribuna y protestó, desde luego, al cargo.
Señoras y señores, por razones de aseo, me abstenía a pronunciar el nombre de éste, no hay otro remedio, se llamaba Victoriano Huerta. Este asaltó el poder apadrinado por una potencia extranjera, al triunfar el Partido Demócrata sobre el Republicano, que sostenía al Embajador Henry L. Wilson, asesino intelectual de Madero y Pino Suárez, junto con Huerta.
El apoyo retirado a éste, tuvo lugar el 4 de marzo de 1913, cuando protestó a la Presidencia de Estados Unidos, Thomas Wilson, quien sustituyó a William Taft.
El usurpador se presentó de nuevo al Congreso, el 1° de abril de 1913, 40 días después del doble asesinato, a dizque informar de cómo se hallaban los negocios públicos, conforme a la Carta del 57. No pudo hacerlo, porque se encontraba en estado de completa ebriedad.
Por eso pidió al Presidente de la Cámara, fuese leído su informe por alguien designado por dicho funcionario, toda vez que Huerta alegó, que su mala salud se lo impedía, no sin balancearse de un lado a otro. Alcoholizado como estaba, sin embargo, suplicó a los congresistas le permitiesen decir unas palabras antes y después de la lectura de este informe.
Nunca, nunca, señores congresistas, nunca este recinto había sido tan humillado, como en esa ocasión durante los dos discursos improvisados por tan lamentable personaje.
Con el mayor respeto y cuando tengan tiempo, ruego a ustedes, señores legisladores, leer una copia de tan increíble desvergüenza y tan irrespetuosa actitud para el Congreso Nacional.
Tengo derecho a creer, que la presea Belisario Domínguez, tiene también el objeto, acaso si me expreso de lavar la monstruosa humillación perpetrada por el usurpador Victoriano Huerta a este recinto.
Belisario Domínguez alentó la esperanza de que ya derrotado el dictador, habría de surgir una renovación de todo cuanto él significara. Por eso lanzó y triunfó su candidatura como senador suplente por Comitán? realmente se me cierra la boca, no crean que es un truco teatral.
Belisario Domínguez alentó la esperanza de que ya derrotado el dictador habría de surgir una renovación de todo cuanto él significa. Por eso lanzó y triunfó su candidatura como senador suplente por Comitán, el candidato propietario lo era el doctor Leopoldo Gout, quien murió pocos meses después de haber sido electo, de modo que el héroe chiapaneco se desempeñó, ya en forma activa, como senador titular en la Cámara Alta.
Lo hizo con desusada celeridad, pues conservaba en la subconciencia lo observado por él, la práctica "fílica" y democrática de los franceses, y envidiadas durante los seis años de la postguerra; Madero advirtió el contraste entre la vida pública de Francia y la de su país, eso lo condujo a promover el movimiento revolucionario de 1910.
Las intervenciones vehementes y valerosas del senador Domínguez contra el despotismo que regía al país, lo llevaron al martirio que lo engrandece año con año ante el corazón siempre atento de una sociedad que no parece ??
Su asesinato no dio fin, por supuesto, a las cada vez más candentes intervenciones de los integrantes de la 26 Legislatura y eso suscitó el encono del tirano, a tal punto que ordenó clausurar el Congreso e introducir a los diputados en un tranvía eléctrico, que los condujo a la penitenciaría, donde 84 de ellos fueron forzados a compartir las celdas de reos sentenciados por graves delitos de sangre, y contra la propiedad.
Entre los diputados se hallaba por cierto el ingeniero Pascual Ortiz Rubio, y en cuya celda escribió un título de un libro, memorias de un ?..
Los representantes del pueblo recobraron su libertad cuando estaban por entrar al Golfo de México los barcos de guerra norteamericanos, comandados por el almirante "Flesher", que acabaron ocupando el puerto de Veracruz de abril a noviembre del 14.
¡Ya acabé, casi, dos cuartillitas!
Como lo saben ustedes, la usurpación Huertista terminó en 1914 con el triunfo de Carranza. La profunda lección moral que Belisario Domínguez dejó a sus compatriotas al sacrificar con heroísmo la propia vida, el interés de las libertades completas del hombre de carne y hueso, tan atropelladas por esa pesadilla histórica que nos impuso oblicuamente la nación imperial que gobierna al mundo, desde el 918.
La expansión territorial económica y militar, científica y tecnológica, no ha cesado de ejercer algún en este país, y sólo podrá germinar el derecho de autodeterminación de los pueblos.
Somos sus vecinos inmediatos, y no se ha fabricado una navaja lo suficientemente filosa para separar los tres mil kilómetros de frontera terrestre que nos unen a aquellos y trasladar nuestro mapa a la Polinesia, o a los mares del sur.
Por eso tenemos que entender, los mexicanos, que debemos entendernos con nuestros vecinos, y resolver los conflictos que con ánimo sosegado y sin rencores procedentes del pasado. Pero unidad sin reyertas constantes y estériles o contraproducentes.
El pacto que ayer firmaron todos los partidos con el Gobierno, lo habría aplaudido con persistencia hasta sangrar sus manos, Belisario Domínguez.
No habrá tropiezos, porque los mexicanos ayer pactaron a través de los partidos políticos una concordia nacional que favorecerá, por fortuna, el desarrollo sociopolítico, económico y cultural de la Nación mexicana y sus habitantes, los de ahora y los que están por venir.
A nuestros vecinos les toca crear, y nosotros, una amnesia saludable en la conciencia colectiva de los mexicanos mediante un nuevo trato, apto para desasolvar los fructos que impiden nuestro legítimo desarrollo.
A ellos conviene ser amigos de México y de los mexicanos. A nosotros también nos conviene ser amigos de Norteamérica y de los Norteamericanos. Pero unámonos en tal alto e ingente propósito. No es utópico, es severa congruencia voluntad, allá y acá.
Los mexicanos dejaremos de lado posturas doctrinarias inferiores a la noción y a la emoción de partes. Si no fuera así, el país puede desaparecer como nación autónoma, y el mundo quedaría trunco sin él, sin su fértil y grandioso futuro.
Muchas gracias.