SEMBLANZA BIOGRÁFICA DE DON BELISARIO DOMÍNGUEZ
BELISARIO DOMÍNGUEZ nació en Comitán, Chiapas, el 25 de abril de 1863. Sus padres, Cleofás Domínguez y María del Pilar Palencia, pertenecían a la clase acomodada, y gozaban de buena reputación como gentes buenas, laboriosas y honradas. Además se les conocía y estimaba por sus ideas liberales.
Don Quirino Domínguez y Ulloa, padre de don Cleofás, había sido vicegobernador del Estado, y encargado del gobierno en ausencia del titular, don Joaquín Miguel Gutiérrez.
El niño Belisario fue bautizado en la iglesia de Santo Domingo el 12 de julio del mismo año, y fue registrado civilmente hasta 1892. Hizo sus primeros estudios en la escuela particular del profesor Francisco Gutiérrez, en su ciudad natal. Cursó la preparatoria en el Instituto Literario y Científico del Estado, en San Cristóbal Las Casas.
En 1879 marchó a París para cursar sus estudios profesionales y permaneció en la Ciudad Luz diez años; el 17 de julio de 1889 recibió su título de Médico Cirujano y Partero, y regresó a su patria enseguida.
El 26 de febrero de 1890 llegó a Veracruz y a principios de abril ya estaba en Comitán, donde instaló su consultorio. Venía saturado de ideas filantrópicas, de servicio social, y quiso servir a las gentes más humildes. Emprendía largos viajes para llegar hasta las zonas marginadas con el fin de atender a sus moradores.
El 2 de noviembre de 1890, el joven médico se casó con su prima Delina Zebadúa Palencia. Tuvieron cuatro hijos: Matilde nació el 1o. de octubre de 1891; Hermila, el 25 de agosto de 1893; Carmen, quien murió al nacer; y Ricardo, el 28 de octubre de 1897.
Al principiar el año de 1902, Delina se sintió enferma y su mal fue agravándose hasta el grado que el Doctor Domínguez consideró necesario y urgente trasladarla a la capital del país. Salió con ella a México y la puso en manos de los mejores especialistas, en un sanatorio particular.
Estaba a su lado constantemente; pero la desgracia parecía perseguirle: recibió noticias de que don Cleofas, su padre, se encontraba delicado en Comitán, y hacia allá partió enseguida. Nada pudo hacer para salvar a su padre, quien falleció el 12 de octubre de 1902. Regresó al lado de su esposa a principios de 1903.
La situación política del país entra en ebullición ante la nueva reelección del general Porfirio Díaz en la presidencia de la República, esta vez para un periodo de seis años. Los clubes liberales de oposición se multiplican en todo el país, sus órganos de prensa eran perseguidos y, clausurados por el gobierno. El hijo del Ahuizote, Excélsior, El Padre del Ahuizote y El Nieto del Ahuizote, atacaban en sus páginas a los esbirros de la dictadura, y se oponían a una nueva farsa de elecciones en las que seguramente resultaría triunfador una vez más el viejo general. En una reunión en el Tívoli del Eliseo hablaron Emilio Rabasa y Belisario Domínguez ante un auditorio de chiapanecos del Partido Liberal.
El doctor no descuidaba la atención de su esposa, cuya salud se deterioraba cada día más y más, hasta llegar al limite inexorable. Delina falleció el 22 de noviembre. Poco después moría, también en México, doña Carlota Domínguez de Tovar, hermana del doctor.
Con entereza afrontó don Belisario estos rudos embates del destino, y continuó sus actividades políticas; fundó el periódico El Vate, donde publicó artículos contra el presidente Díaz y el gobernador porfirista de su Entidad, Rafael Pimentel. En estos artículos, recogidos por su más importante biógrafo, Héctor R. Olea, el Doctor Domínguez ejercitó el lenguaje directo para llamar a las cosas por su nombre. Desde entonces habría de distinguirse entre los hombres de su generación por la solidez de sus argumentos y la valentía con que los defendía, como un digno correligionario de los Flores Magón, Librado Rivera, Alfonso Cravioto y Antonio Díaz Soto Gama.
"Vigilad de cerca chiapanecos", decía a sus paisanos, "todos los actos públicos de vuestros gobernantes:
Elogiadlos cuando hagan bien, criticadlos siempre que obren mal. Sed imparciales en vuestras apreciaciones, decid siempre la verdad y sostenedla con vuestra firmeza entera y muy clara. Nada de anónimos ni seudónimos".
Sostener la verdad con firmeza entera; ese fue el camino que se trazó Belisario Domínguez. A finales de 1905 regresó a su amado Comitán. Instaló aquí con un socio, una farmacia a la que puso por nombre "La Fraternidad"; pero continuó en sus actividades políticas; fundó un Club Democrático y comenzó a participar en las lides electorales.
En 1909 fue electo Presidente Municipal de Comitán, y tomó posesión el 1o. de enero de 1910. Fue tan importante la obra que realizó al frente del Ayuntamiento, que su fama trascendió a todo el Estado, y pronto fue uno de los más distinguidos políticos. Su adhesión a las ideas avanzadas, la limpieza de su conducta y la tendencia de hacer el bien a los desvalidos, unidas a su habitual franqueza, le dieron una gran fuerza.
Para las elecciones de Senadores en 1912, los chiapanecos pensaron en él desde luego; pero su modestia lo hizo declinar aquel honor y aceptar tan solo la suplencia en la planilla que encabezó Leopoldo Gout, su amigo y compañero de luchas liberales. Esta planilla triunfó arrolladoramente en los comicios del 3 de julio de ese año.
El doctor Domínguez permaneció unos meses en Comitán, pero a principios de 1913 se trasladó a la capital del país con el propósito de que su hijo Ricardo hiciera en México los estudios preparatorios. El doctor se instaló en el Hotel Jardín, en la calle de San Juan de Letrán, y su hijo en una casa de pensión. Ambos fueron testigos de los acontecimientos de la Decena Trágica. Con dolor e indignación recibió el doctor la noticia del sacrificio de los señores Francisco I. Madero y José María Pino Suárez, presidente y vicepresidente del país, y el ascenso de su victimario, el traidor general Victoriano Huerta.
La ciudad presentaba un aspecto aterrador, numerosos muertos y heridos en las calles; gentes inocentes en su mayor parte, a quienes no bastaban los servicios de la Cruz Blanca Neutral, cuyas ambulancias no cubrían las necesidades de la población. El doctor Belisario Domínguez, con su acostumbrado desinterés, colaboró en esta labor humanitaria, y se ofreció para sustituir al Dr. Márquez, muerto en esos días. Pero estaba destinado a otra sustitución; el 3 de marzo falleció el senador Leopoldo Gout, y enseguida fue llamado el suplente para cubrir la vacante. Le correspondía actuar en el alto plano de la política nacional y en momentos sumamente difíciles.
El 25 de abril se presentó ante la Cámara Alta el licenciado Francisco León de la Barra, ministro de Relaciones Exteriores, para solicitar la autorización a los barcos norteamericanos en Veracruz, ampliándoles el plazo para su permanencia en aquel puerto, comenzaban ya las intrigas que ocasionarían al año siguiente la invasión de los Estados Unidos en el territorio nacional. Allí se oyó la voz viril e incendiaria de Belisario Domínguez: "Señores Senadores, yo votaré en contra de la autorización que se nos pide, porque ella es un voto de confianza al gobierno que asesinó al presidente Madero y al vicepresidente Pino Suárez, porque es un gobierno ilegítimo y porque es un gobierno que ha restaurado la era nefanda de la defección y el cuartelazo".
Con esa claridad y contundencia se expresó el senador chiapaneco. En su discurso repitió varias veces la misma acusación, sin otra idea que sostener con firmeza la verdad. Con los perfiles de un héroe civil y la grandeza de los personajes épicos, dio una gran lección sobre el cumplimiento de los deberes del ciudadano cuando ve en peligro las instituciones políticas de su país.
El 23 de septiembre, en otro discurso incendiario, el doctor volvió a llamar asesino y desequilibrado mental al usurpador Huerta. Este discurso, impreso en una hoja por la Señorita María Hernández Zarco, tuvo amplia circulación en el país y alentó a quienes, con las armas en las manos se oponían al régimen espurio.
Aún faltaba una demostración más del valor civil del senador; el 29 de septiembre se escuchó de nuevo su palabra tenaz; no era la palabra de un político dominado por la pasión del poder ni la del tribuno engreído; tampoco fue un insensato que se arroja al peligro sin la conciencia de su destino; fue un varón que se acercó a la muerte con el pleno convencimiento de que estaba cumpliendo con un alto deber. La sentencia contra su vida no se hizo esperar.
Se movieron los resortes oficiales, y la noche del 7 de octubre fue sacado de su habitación en el hotel y conducido al cementerio de Xoco, en Coyoacán, donde se le martirizó y asesinó cruelmente. Sus verdugos, Gilberto Márquez, Alberto Quiroz, José Hernández Ramírez y Gabriel Huerta sepultaron el cadáver, y hasta después de varias pesquisas de los senadores y los parientes y amigos del doctor, se descubrió la verdad de los hechos.
La muerte del doctor Belisario Domínguez contribuyó a la caída del tirano Huerta. Su ejemplo ha quedado como algo vivo que los mexicanos debemos imitar siempre.
Dr. Raúl Arreola Cortés