SENADO DE LA REPÚBLICA
Medalla Belisario Domínguez



GALARDONADO 2000

 

 

SESION SOLEMNE CONMEMORATIVA
MARTES 31 DE OCTUBRE DE 2000.

LA C. SECRETARIA YOLANDA GONZÁLEZ: procedo a dar lectura al texto del discurso del Senador Belisario Domínguez

"Señor Presidente del Senado:

Por tratarse de un asunto urgentísimo para la salud de la patria, me veo obligado a prescindir de las fórmulas acostumbradas y a suplicar a usted se sirva dar principio a esta Sesión, tomando conocimiento de este pliego y dándolo a conocer enseguida a los señores senadores. Insisto, señor Presidente, en que este asunto debe ser conocido por el Senado en este mismo momento, porque dentro de pocas horas lo conocerá el pueblo y urge que el Senado lo conozca antes que nadie.

Señores Senadores. 

Todos vosotros habéis leído con profundo interés el informe presentado por don victoriano huerta ante el Congreso de la unión el 16 del presente.

Indudablemente, Señores Senadores, que lo mismo que a mí, os ha llenado de indignación el cúmulo de falsedades que encierra ese documento. ¿ A quién se pretende engañar, señores? ¿ Al Congreso de la Unión? No, señores, todos sus miembros son hombres ilustrados que se ocupan en política, que están al corriente de los sucesos del país y que no pueden ser engañados sobre el particular. Se pretende engañar a la nación mexicana, a esta patria que confiando en vuestra honradez y vuestro valor, ha puesto en vuestras manos sus más caros intereses.

¿ Qué debe hacer en este caso la representación nacional?

Corresponder a la confianza con que la patria la ha honrado, decirle la verdad y no dejarla caer en el abismo que se abre a sus pies.

La verdad es ésta: durante el gobierno de don Victoriano huerta, no solamente no se hizo nada en bien de la pacificación del país, sino que la situación actual de la República, es infinitamente peor que antes: la Revolución se ha extendido en casi todos los estados; muchas naciones, antes buenas amigas de México, rehúsanse a reconocer su gobierno, por ilegal; nuestra moneda encuéntrase depreciada en el extranjero; nuestro crédito en agonía; la prensa de la República amordazada, o cobardemente vendida al gobierno y ocultando sistemáticamente la verdad; nuestros campos abandonados, muchos pueblos arrasados y por último, el hambre y la miseria en todas sus formas, amenazan extenderse rápidamente en toda la superficie de nuestra infortunada patria.

¿ A qué se debe tan triste situación?

Primero y antes de todo, a que el pueblo mexicano no puede resignarse a tener por Presidente de la República a Don Victoriano Huerta, al soldado que se apoderó del gobierno por medio de la traición y cuyo primer acto al subir a la presidencia fue asesinar cobardemente al Presidente y Vicepresidente legalmente ungidos por el voto popular, habiendo sido el primero de éstos quien colmó de ascensos, honores y distinciones a don Victoriano Huerta y habiendo sido él, igualmente, a quien Don Victoriano Huerta juró únicamente lealtad y fidelidad inquebrantables.

Y segundo, se debe esta triste situación a los medios que Victoriano huerta se ha propuesto emplear, para conseguir la pacificación. Estos medios ya sabéis cuales han sido: únicamente muerte y exterminio para todos los hombres, familias y pueblos que no simpaticen con su gobierno.

"La paz se hará cueste lo que cueste"; ha dicho Don Victoriano Huerta. ¿ Habéis profundizado, señores senadores, lo que significan esas palabras en el criterio egoísta y feroz de don Victoriano Huerta? Estas palabras significan que Don victoriano Huerta está dispuesto a derramar toda la sangre mexicana, a cubrir de cadáveres todo el territorio nacional, a convertir en una inmensa ruina toda la extensión de nuestra patria, con tal de que él no abandone la presidencia, ni derrame una sola gota de su propia sangre.

En su loco afán de conservar la presidencia, don victoriano Huerta está cometiendo otra infamia; está provocando con el pueblo de Estados Unidos de América, un conflicto internacional en el que, si llegara a resolverse por las armas, irían estoicamente a dar y a encontrar la muerte todos los mexicanos sobrevivientes a las amenazas de Don victoriano Huerta, todos menos Don victoriano Huerta, ni Don Aurelio Blanquet, porque esos desgraciados, están manchados con el estigma de la traición y el pueblo y el ejército los repudiarán, llegado el caso.

Esa es, en resumen, la triste realidad. Para los espíritus débiles parece que nuestra ruina es inevitable, porque Don Victoriano Huerta se ha adueñado tanto del poder que, para asegurar el triunfo de su candidatura a la presidencia de la República, en la parodia de elecciones anunciadas para el 26 de octubre próximo, no ha vacilado en violar la soberanía de la mayor parte de los Estados, quitando a los gobernadores constitucionales e imponiendo gobernadores militares que se encargarán de burlar a los pueblos por medio de farsas ridículas y criminales.

Sin embargo, señores, un supremo esfuerzo puede salvarlo todo. Cumpla con su deber la representación nacional y la Patria está salvada y volverá a florecer más grande, más unida y más hermosa que nunca.

La representación nacional debe deponer de la presidencia de la República a Don Victoriano Huerta por ser él contra quien protestan con mucha razón todos nuestros hermanos alzados en armas y por consiguiente, por ser él quien menos puede llevar a efecto la pacificación, supremo anhelo de todos los mexicanos.

Me diréis, señores, que la tentativa es peligrosa porque Don Victoriano Huerta es un soldado sanguinario y feroz, que asesina sin vacilación ni escrúpulo a todo aquel que le sirve de obstáculo. ¡ No importa, señores! La Patria os exige que cumpláis con vuestro deber, aún con el peligro y aún con la seguridad de perder la existencia. Si en vuestra ansiedad de volver a ver reinar la paz en la República os habéis equivocado, habéis creído en las palabras falaces de un hombre que os ofreció pacificar la nación en dos meses y le habéis nombrado Presidente de la República, hoy que veis claramente que este hombre es un impostor inepto y malvado, que lleva a la Patria con toda velocidad hacia la ruina, ¿ dejaréis por temor a la muerte que continúe en el poder?

Penetrad en vosotros mismos, señores y resolved esta pregunta: ¿ Qué se diría de la tripulación de un gran navío que en la más violenta tempestad y en un mar proceloso, nombrara piloto a un carnicero que, sin ningún conocimiento náutico navegara por primera vez y no tuviera más recomendación que la de haber traicionado y asesinado al capitán del barco?

Vuestro deber es imprescindible, señores, y la Patria espera de vosotros que sabréis cumplirlo.

Cumpliendo ese primer deber, será fácil la representación nacional cumplir los otros que de él se derivan solicitándose enseguida de todos los jefes revolucionarios que cesen toda hostilidad y nombren sus delegados para que de común acuerdo, elijan al Presidente que deba convocar a elecciones presidenciales y cuidar que éstas se efectúen con toda legalidad.

El mundo está pendiente de vosotros, señores miembros del Congreso nacional mexicano y la Patria espera que la honraréis ante el mundo, evitándole la vergüenza de tener por primer mandatario a un traidor y asesino.

Firma:

Dr. Belisario Domínguez. Senador por el Estado de Chiapas."

Nota. Urge que el pueblo mexicano conozca este discurso, para que apoye a la representación nacional; y no pudiendo disponer de ninguna imprenta, recomiendo a todo el que lo lea, saque cinco o más copias, insertando también esta nota, y las distribuya a sus amigos y conocidos de la capital y de los Estados.

¡ Ojalá hubiera un impresor honrado y sin miedo!

ES CUANTO, SEÑOR PRESIDENTE.

 

DISCURSO DEL C. SENADOR JOSE ANTONIO AGUILAR BODEGAS

Con su permiso, señor Presidente de la Mesa Directiva del Senado, senador Enrique Jackson Ramírez; ciudadano Presidente Constitucional de los Estados Unidos Mexicanos, doctor Ernesto Zedillo Ponce de León; ciudadano Presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, Ministro Genaro Góngora Pimentel; señores miembros del Gabinete Legal y Ampliado; señores titulares de los Poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial del Estado de Chiapas; señor Presidente Municipal de Comitán de Domínguez; distinguidos integrantes de la Legislatura Federal Chiapaneca y de la Cámara de Diputados; maestro emérito Leopoldo Zea, recipiendario de la Medalla de Honor Belisario Domínguez; distinguidos miembros de la Medalla de Honor Belisario Domínguez; señoras y señores senadores; señoras y señores:

En la historia de México hay muchos hombres y mujeres que han alcanzado la gloria gracias a su participación decisiva en una gesta o por la defensa indeclinable de sus convicciones; pero sólo el médico de Comitán, don Belisario Domínguez Palencia, mantuvo la firmeza de sus ideas libertarias llevándolas a una tribuna donde no sólo había peligro de muerte, sino seguridad de muerte.

Los mexicanos lo sabemos, por eso cuando las lozas de las calles de Comitán nos conducen a la casa del doctor Domínguez, ahora convertida en Museo, experimentamos un respeto reverencial plenamente manifiesto al contemplar sus objetos personales, su correspondencia, los testimonios del amor de sus coterráneos y la admiración de sus compañeros de Cámara.

Belisario Domínguez es uno de los grandes héroes de México, porque al denunciar las atrocidades y la ineptitud del usurpador Victoriano Huerta dio su vida de manera consciente con voluntad inquebrantable en aras de la nación que hemos logrado construir.

No fue en vano esa entrega, han transcurrido 87 años y México es otro; otro porque hemos consolidado la confianza en las instituciones, somos hoy el México plural y democrático, el de la convivencia entre contrarios que soñó Belisario Domínguez, la nación que se enriquece y fortalece cada día gracias al respeto ante el pensamiento diverso.

El Senado, recinto republicano que reúne la diversidad política donde se ejerce la libre expresión por excelencia es ahora una tribuna fincada en la angular piedra de aquella vida generosa que subyace permanente y palpitante inspirando a las mejores acciones de los senadores, todos en pleno disfrute de esta libertad que los mexicanos hemos construido a lo largo de los años.

El ejercicio de nuestra responsabilidad ahora debe responder al ideal de grandeza de Belisario Domínguez, cuya lección debemos aprender como legado colectivo y más aún como directriz de un civismo en renovación constante, producto de la evolución democrática de la nación.

No hay más sicarios ni pistoleros acechando nuestro paso nocturno como en los días que rodearon la muerte de nuestro héroe; pero permanece aún el reto de defender el privilegio de la verdad, de la libertad para expresarla y de la lealtad hacia las instituciones que con su creciente fortaleza impiden el retorno al autoritarismo.

Esto demuestra que el sacrificio de Belisario Domínguez no fue en vano, porque la expresión libre de los mexicanos marcó rumbo y destino, sin violencia ni sacrificios cruentos. Los tiempos actuales no exigen el fortalecimiento de los logros y la audacia para ir más allá con inteligencia y con brío hasta cubrir la etapa que nos ha sido confiada.

Señoras y señores, hoy más que nunca cobra su verdadero valor el hecho de que la República, de la cual el Senado es su mejor expresión reconozca en uno de sus más elevados ciudadanos la mejor expresión de sí misma; además justo es reconocer y premiar a quienes nos hacen más sólidos como mexicanos.

El maestro Leopoldo Zea, como Belisario Domínguez, es mexicano de pensamiento trascendente, amante del derecho y del conocimiento de las ideas, de la verdad filosófica, de la patria libre y de la civilidad como forma de vida. Este reconocimiento es una expresión de la moral y la ética en la patria que todos queremos, se da en el ámbito de la división de poderes que hoy justifica la demanda social por un equilibrio real con independencia consecuente de los Poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial.

Qué importante es que un país tenga reconocimientos que comprometen, que sean sí un voto de confianza y fe hacia el pasado; pero sobre todo que sean vocación de compromiso con el presente y hacia el futuro. Por eso ahora que nos encontramos de lleno inscribiendo nuestra pertenencia a un mundo global, a un mundo que parece no distinguir fronteras, lenguas ni culturas, los mexicanos reconocemos en el doctor Leopoldo Zea al ser humano íntegro y universal, al filósofo de pensamiento único, al maestro de inteligencia generoso que ha difundido su vasta obra traducida a varios idiomas el elevado valor de nuestra verdad histórica.

Del pensamiento filosófico universal de Leopoldo Zea el mundo ha aprendido que las libertades y la democracia que hoy se disfrutan en México son conquistas que no niegan el pasado y que la independencia, la reforma y la revolución son premisas obligadas de los tiempos actuales.

Al otorgar la Medalla de Honor Belisario Domínguez a Leopoldo Zea el Senado de la República refrenda su compromiso con los ideales de los hombres y mujeres que han construido nuestra historia. No es un premio más, es sí un gesto republicano de gratitud; pero también un compromiso con la agenda social y política del pueblo de México.

El Siglo XIX en México fue tiempo de independencia, del cobro natural de todo pueblo que se quiere libre, de lucha contra la discriminación por la igualdad, por la plena libertad de los hombres, por el límite de los privilegios y el fin de la conquista.

El Siglo XX fue tiempo de hacer, de construir un estado fuerte para alejar la violencia como forma de gobierno, fue tiempo de instituciones y de aprendizaje del poder de la ley; cambiamos y cambiamos para bien, guerra y fractura quedaron atrás.

El tiempo mexicano de cara al Siglo XXI es de esperanza, el maestro Leopoldo Zea ha sembrado esa convicción en las generaciones que han construido la cultura de la libertad y las lealtades hacia las instituciones, cultura de cimientos tan sólidos que harán imposible el regreso de formas autoritarias de espaldas a la sociedad.

Nos acercamos al final de un tracto sexenal, significado por el esfuerzo económico y el afianzamiento político exigido por la época. Somos una sociedad viva con los problemas inherentes a la vida, ha sido difícil mantener la mano segura en las tensas riendas de la economía y la política, el más importante legado de los últimos años seguramente será el de la estabilidad indispensable para que el escenario de gobernabilidad y democracia tenga futuro en los tiempos por venir.

Todos los mexicanos debemos ser corresponsables en la delicada tarea de gobernar. Por ello viene a la mente con oportunidad el sabio consejo que Belisario Domínguez dio como testamento a los chiapanecos cuando estuvo al frente del Gobierno de su natal Comitán.

Vigilar de cerca, chiapanecos, todos los actos públicos de vuestros gobernantes, elogiarlos cuando hagan bien, criticarlos siempre que obren mal. Ser imparciales en vuestras apreciaciones, decid siempre la verdad y sostenerla con vuestra firmeza entera y muy clara.

Con ello estaremos a la altura de lo imaginado por el médico chiapaneco, así capeado por la seguridad de que cada uno de nosotros merecíamos un México mejor que el de aquellos tiempos.

Un México donde no se concitara a la barbarie, un México de preguntas libres y respuestas verdaderas a las más grandes interrogantes de la sociedad, porque una sociedad guiada por la verdad tiene el rumbo definido y el futuro asegurado. Muchas gracias.

 

DISCURSO DEL C. DOCTOR LEOPOLDO ZEA AGUILAR

Honorable Senado de la República; honorable señor Presidente de la República, Ernesto Zedillo: Con estas palabras quiero agradecer el extraordinario honor que ahora recibo, pero también expresarle los problemas de conciencia que él mismo me ha planteado.

Problemas al recibir la medalla con la que se conmemora al Senador Belisario Domínguez, torturado, mutilado, asesinado el 7 de octubre de 1913, por condenar los crímenes del primer golpista y esperemos que sea el único en México.

El asesinato de Belisario Domínguez, lejos de truncar la revolución del asesinado Presidente que la puso en marcha, Francisco I. Madero, extendió el conflicto a lo largo de la República. Esta Revolución ha hecho posible la Nación que ahora disfrutamos, alcanzando las metas de un desarrollo que ahora ha de beneficiar al pueblo que le hizo posible y la democracia por la cual este pueblo asume la responsabilidad de su futuro.

Desde el mismo momento en que fui nominado para el honor que ahora recibo, honor que no esperaba, me preguntaba: ¿Puedo merecer tal distinción? ¿Qué he hecho para merecerla? Por el contrario, he sido un privilegiado por la libertad que para expresarme he encontrado, para exponer mis puntos de vista y hacer críticas en periódicos en los que he colaborado, como Novedades y El Excélsior.

Igual libertad y respeto he encontrado en el Partido Revolucionario Institucional como organismo concertador de la diversidad de intereses de los mexicanos. Allí he expuesto libremente mis puntos de vista y críticas he inclusive he sido aplaudido, aunque no me hayan hecho caso. Por ello, cuando se habló de otorgar este reconocimiento a gente que como Luis Donaldo Colosio, ha luchado e inclusive muerto por sus ideas, me sentí liberado de mis problemas de conciencia.

Pero los muertos pueden ser más conflictivos y peligrosos que los vivos. Yo estoy vivo y he recibido este extraordinario honor que asumo con una responsabilidad para el resto de mi vida.

Antes de continuar quisiera hacer un paréntesis y aprovechar la oportunidad de estar ante este Honorable Senado de la República y las autoridades de la Nación, para hacerles una doble súplica.

Rogarles que para resolver el problema siempre latente de los mexicanos llamados indígenas, no consulten con gente que oculta el rostro y asesores ajenos a ellos y a nuestro país.

Consulten con esos mexicanos, si quieren seguir en sus comunidades con sus hábitos, costumbres, lengua y folklore o, sin renunciar a ellos, ser parte de la nación a la que pertenecen garantizándoles los derechos que como mexicanos tienen.

Considero que estos mexicanos han dado ya su respuesta tratando de pasar al otro lado de la frontera, a los Estados Unidos, para incorporarse al sueño americano ya que no encuentran posibilidades en México. En este intento sus cuerpos flotan en las aguas del río y sus huesos están sembrados en ambos lados de la frontera.

Mi otra súplica es la de permitir que la Universidad Nacional Autónoma de México, institución en la que el Gobierno de la Nación ha delegado la función de posibilitar el futuro de la Nación, pueda cumplir dicho propósitos. Para ello cuenta con una autonomía ajena a toda presión política, sin que ello la convierta en una fuerza política para enfrentar al Estado.

El cumplimiento de esta función requiere de las instalaciones e instrumentos que sean necesarios y que serán siempre de la Nación, no son de los universitarios. Ahora bien, si estas instalaciones e instrumentos fueran secuestrados o destruidos, es el Estado quien debe actuar conforme a derecho, sin por esto afectar la autonomía de los universitarios, para, de esta forma, asegurar la misión de la Universidad.

Agradeceré mucho la atención que este Honorable Senado otorgue a mis súplicas. Volveré a mis problemas de conciencia agudizados cuando el Senador Luis Colosio Fernández retiró la candidatura de su digno hijo. ¿Qué hacer? ¿Recibir la Medalla y entregarla al padre como un homenaje personal a su hijo? No era posible porque Don Luis no la aceptaría y no puedo hacer semejante cosa.

Lo que sí puedo hacer es exponer la razón por la que creo en esta Medalla como un homenaje que debe darse en la memoria de Don Luis Donaldo Colosio.

El asesinato de Belisario Domínguez no detuvo la marcha de la Revolución, por el contrario, la aceleró y extendió a lo largo de la República.

El asesinato de Luis Donaldo Colosio, poco después del discurso del 6 de marzo de 1994, lejos de frenar la puesta en marcha de la democracia, que impulsó, la hizo posible.

En ese discurso, que sería bueno releer, propuso que al Partido Revolucionario Institucional, se transformase en un partido de opción y no ya de gobierno, y que los partidos de oposición también fuesen partidos de opciones, con lo que daría origen a la democracia.

Finalmente pidió se garantizasen la posibilidad de la misma en una reforma electoral que permitiera y garantizara la validez del voto ciudadano. Esta vía que el pueblo, con su voto libre y secreto, pudiera optar entre las opciones que le fueran presentadas.

Esto sí sería latente, ya patente las elecciones del 21 de agosto de 1994 que dieron al Partido Revolucionario Institucional la mayoría para imponer las reformas propuestas por Colosio.

Los resultados se manifestaron 3 años después y, recientemente, el 2 de julio de este 2000. La resistencia al cambio se ha expresado en todos los partidos. Hay gente que no se designa a perder, siendo opción.

Muchos consideran que aún no es tiempo de la democracia. No se sabe ahora con precisión quién puede ganar y quién perder. Era más seguro concertar previamente los triunfos, que contar los votos.

Pero ya no hay vuelta atrás. Estamos de lleno en la democracia que, el sacrificio de Luis Donaldo Colosio, impulsó al PRI y a su Presidente, que la hizo posible.

Muchas gracias a todos.